El amor mueve el mundo


Seguramente os habéis preguntado que por qué nuestro continente tiene la forma que tiene. Pues bien, no siempre La Tierra ha tenido un solo continente con esta en forma como sucede hoy en día en el 4017. Ésta ha pasado por diferentes momentos históricos, llegando a estar dividida hasta en 6 continentes. ¿Queréis saber cómo hemos llegado hasta aquí?

Para ello os tengo que hablar de Halim, un dromedario que vivió en el siglo XXI en lo que aquel entonces era el Sáhara Occidental. Halim en árabe significa “soñador”. Un día, Halim, estaba en la escuela en clase de geología…


- Profesor: “Hubo un tiempo donde todos los continentes estaban unidos en un solo macrocontinente denominado Pangea. Todos los seres vivos del planeta convivían en él felizmente en comunidad.


- Halim: ¡Guau! ¿Y qué fue lo que los separó, profe?

- Profesor: Buena pregunta, Halim. Los geólogos dicen que su separación se produjo cuando el magma se abrió paso a la superficie creando una gran fractura que los fue alejando poco a poco con el paso de los años.

- Halim: ¿Y qué es lo que produjo que el magma saliese a la superficie y fragmentase la Pangea?

- Profesor: Me encantan tus preguntas, Halim. Pues verás, los diferentes seres vivos que habitaban el planeta en aquel entonces, empezaron a pelearse por obtener los diferentes alimentos, a dividirse por especies y a marcar diferentes territorios. Posteriormente, la ambición les llevó a querer invadir los territorios ajenos y a poner fin a otras especies para hacer prevalecer las suyas. Fue el origen de las guerras. Y como sabrás, para participar en una guerra, la mejor arma es la ira y el odio. Los líderes de cada manada se encargaban de transmitírselo al resto de su especie, lo que produjo un sentimiento de ira generalizado tan tan grande que…

- Halim: ¡Que nuestro planeta Tierra les respondió de la misma forma!

- Profesor: Eso es, Halim. La Tierra ardiendo de enfado les dio lo que sus habitantes le pedían: separarse. Y para ello, envió una enorme cantidad de magma que dividió la Pangea en diferentes continentes. Esto ha hecho, no solo que estemos separados de nuestros ancestros, si no que animales que pertenecíamos a la misma especie, hayamos evolucionado de forma diferente.


Halim no tenía palabras… Ese día, no pegó ojo pensando en La Pangea. No podía creer que un mundo tan diverso y rico hubiese sido fragmentado por las propias especies que en él habitaban.  También, el saber que su propia especie había evolucionado de otra forma en otros rincones del planeta, le provocaba curiosidad.

Ese fin de semana, Halim fue a dar un paseo por la playa. Seguía sin poder dejar de darle vueltas a su clase de geología del viernes.  Mirando al mar, se preguntó si, igual que hace siglos La Pangea se separó porque así lo pedían los seres que la habitaban con sus acciones, bastaría con que las diferentes especies deseasen estar juntas de nuevo para volver a unir los continentes.

Tras unas semanas de reflexión, en una de esas noches frías en el desierto, Halim volvió a la playa y lanzó una botella al mar con un mensaje deseando con todas sus fuerzas que alguien lo encontrase al otro lado del charco. Mirando a las estrellas, desde el corazón pidió al universo que por favor le diese una señal cuando la botella fuese encontrada.


Al otro lado del océano, en Sudamérica, vivía una pequeña llama muy especial. Se llamaba Chuyma, que en lengua aimara significa corazón. Chuyma hacía honor a su nombre, ya que ponía todo su corazón y pasión en todo lo que hacía. Era una llama muy curiosa. Le encantaba sentarse en la playa frente al mar a meditar, dibujar o simplemente a perderse en sus propios pensamientos. Un día, estaba sentada en la orilla preguntándose cómo sería la vida al otro lado, en el continente africano. Su última clase de historia le había removido algo por dentro. Le habían hablado de un antiguo continente llamado Pangea y no entendía cómo los seres que lo habitaban habían podido causar su separación. Perdida en sus pensamientos, sintió cómo algo tocaba su pata derecha delantera. Se trataba de una botella de cristal que contenía un mensaje en su interior.


Chuyma se puso muy nerviosa y, llena de curiosidad, procedió a abrirla. El mensaje decía lo siguiente:

Chuyma no creía lo que leían sus ojos y ella, fiel a su nombre, esperó.


Halim se acostaba cada noche esperando una señal. Confiaba en que si sus ancestros con sus deseos habían logrado separar La Pangea, él lograría que su mensaje llegase a alguien al otro lado. Tras varios meses, Halim, como cada noche, tras haber llenado su joroba de 145 litros de agua, se fue a acostar observando las estrellas. Se dio cuenta de que éstas hoy estaban alineadas de una forma diferente. Era una señal. ¡Su mensaje había llegado!


Guiado por su corazón, cogió una balsa y, sin avisar a nadie, se lanzó al mar. Chuyma iba todas los días a la playa a esperar a que alguien llegase. No fue hasta un mes después que Halim llegó a orillas argentinas. Se trataba de una cálida noche de verano. El encuentro fue mágico y sucedió con gran naturalidad. Era como si Halim y Chuyma siempre se hubiesen conocido. Se abrazaron y compartieron su misma visión acerca de la vida y del mundo.


-       ¿Crees que podríamos volver a unir nuestros continentes? – preguntó Chuyma.
-       - ¡Claro que sí! Si nuestros antepasados lograron separarlo y si yo he conseguido llegar hasta aquí… ¿Por qué no vamos a poder? – le respondió Halim.
-       Tienes razón, pero… ¿cómo lo hacemos?
-       Es más fácil de lo que parece, Chuyma. Verás, mi madre falleció hace unos años dándome una gran lección de vida. ¿Sabes cuáles fueron las últimas palabras que me dijo?
-       Mmm… no. ¿Cuáles?
-       “El amor mueve el mundo”.
-       ¡Guau, Halim! – Chuyma no pudo evitar soltar una lágrima.
-       Hagámoslo, Chuyma. Contagiemos a nuestros pueblos de amor, es la clave para que ese sentimiento de unión vuelva. Mi profesor me dijo que fueron la ira y el odio los que hicieron que La Tierra misma nos separase. Démosle amor y alegría y estoy seguro de que atraeremos la unión.
-       ¡Vamos a ello!

Halim volvió a África. Chuyma y él nunca se volvieron a ver. Sin embargo, consiguieron lo que se propusieron, que los diferentes continentes se atrajesen entre sí y que nuestro planeta vuelva a ser lo que un día fue, un planeta diverso, pero unido.


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