Kenia es luz
En estos momentos sobrevuelo el cielo de Addis Abeba, Etiopía. Hace unas horas que dejé atrás Nairobi y me dirijo a España, a casa, después de lo que ha sido la mejor experiencia de mi vida. Toca hacer balance de todo lo vivido. Y es que... Me he enriquecido tanto en tan poco tiempo... Vine a ofrecer mi ayuda a una comunidad que lo necesita y al final soy yo el que se va cargado con una mochila llena de amor y de aprendizajes.
Quiero empezar por los niños de Safisha Africa, mis grandes maestros. Cada día me recibían con una sonrisa de oreja a oreja, unas miradas que delataban sus ansias por aprender y un cariño y afecto sublimes. Sigo estando asombrado por el respeto que se tienen entre ellos y el que guardan hacia sus profesores; por el sentimiento que tienen de pertenencia a un grupo, que es su familia; por cómo cooperan entre ellos, felicitan al que lo hace bien y ayudan al que se equivoca; por su generosidad - no importa si sus padres les ponen solo medio plátano de merienda para el recreo, ellos lo comparten con aquellos que no pueden traer nada; por su gratitud y por un largo etcétera de valores que me han enseñado. Lo mejor es que todo ello les salía de forma natural, del corazón. Me parece gracioso que en Europa creamos que la gente de este continente es pobre. Su nivel económico será bajo, sus situaciones familiares duras, pero son multimillonarios de lo esencial, de lo que de verdad es la vida y, por tanto, son felices. Me lo demostraban cada día con el brillo de sus sonrisas, con sus valores, con sus canciones y con sus bailes. ¡Quién les cogiese el ritmo! Son expertos en dar color y música a la vida. Sinceramente, deseo con todo mi corazón - tal y como les dije cuando hicimos la cadena de los sueños - que nunca dejen de soñar, que nadie logre apagar la luz de sus miradas y que puedan ser quienes desean llegar a ser. Sueño con que Guidaiga me lleve de viaje en su avión algún día, que Naomi me informe de lo que está pasando en el mundo, que Pauline me cure o que John me deleite con sus coreografías. Se lo merecen. ¿Quién no se lo merece?
Qué buen trabajo están haciendo Teacher Mary y Alice en esa escuela... Me quito el sombrero ante cada una de ellas. Alice Muhonja, nuestro ángel, malaika yetu. Cómo la admiro... Esas charlas que les daba a los niños con tanta dulzura, pero al mismo tiempo seriedad, son algo que jamás olvidaré. Especialmente la que dio antes de las vacaciones, donde les habló de ser cuidadosos con los extraños, con el contagio de enfermedades como el SIDA, con las violaciones o sodomizaciones, con que sus tutores les hiciesen prostituirse... Una charla dura, chocante, pero necesaria. Y es que Alice sabe muy bien lo que hace. Sabe cuidar de ella y de todo el que le rodea. "Your safety belongs to you" - me dijo en mi primer día. ¡Cuánta razón tenía! No puedo expresar con palabras todo lo que ha hecho por nosotros, cómo ha velado por nuestra seguridad y bienestar y lo que para mí ha significado. Pero es que esa es su forma de dar, de manera incondicional. Y así se lo ha transmitido a sus hijos. Es, sin duda, una de las personas más bellas que he conocido.
Willy, su hijo, no se queda atrás. Con 20 años vive dedicado a ayudar a su madre en el proyecto. Me conmueve su valentía ante la vida, su enorme sentido del humor, su cortesía y delicadeza, su generosidad, su amor incondicional. Sé que me llevo un hermano, de los de verdad. Sueño para él un futuro en el que pueda desarrollar todo su potencial y en el que llegue a ser el mejor de los maestros, aunque ya lo es. Solo hay que mirar cómo lo admiran esos niños, cómo cuentan con él para todo... ¡Cuánta inspiración!
Ay, Safisha... Ay, Kenia... Me has dado tanto...
Y es que Kenia es el calor de su gente. El despertar con sabor a té y a tostadas de mantequilla con aroma a vainilla.
Kenia es el brillo de una sonrisa, el destello de una mirada. El inhalar polvo y exhalar alegría. El hacer de un viaje en matatu una fiesta. El sentirse observado por ser mzungu. Las vistas desde el edificio Kenyatta Conference.
Kenia es sabana, naturaleza en estado puro. |
Kenia es el color naranja intenso de sus puestas de sol. Las cabras pastando en la basura. La noche estrellada. La música africana de sus tenderetes.
Kenia es ritmo, ritmo lento, ritmo del presente. El peligro de confiar en desconocidos. Las costumbres y tradiciones de sus tribus.
Kenia es sabana, naturaleza en estado puro. El rugido de sus leones. La risa de las hienas. La majestuosidad de sus jirafas. La elegancia de sus elefantes. El canto de bienvenida de los Masai.
Kenia es hospitalidad, humildad, esperanza.
Kenia es luz, luz para el que se cruza en su camino, para el que intenta entenderla.
Nimifurahi kukutana nawewe, Kenya. Nitakukosa.
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